miércoles, 15 de septiembre de 2010

Falsificando sentimientos...

Si pasáramos media vida mirando al techo que no al televisor, veríamos esa parte de nosotros que hace tiempo que no vemos. Tengo tantas preguntas sin respuesta, tantas bromas sin gracia, tantos momentos vacíos…que me da miedo pensar que la vida, al fin y al cabo, no deja de ser un constante vacío lleno de micropartículas que sólo se ven cuando entran los rayos de sol y da la casualidad de que estamos mirando. Es absurdo pensar que el mundo en el que uno vive se extinga de repente, pero más absurdo es pensar que nuestro mundo se caiga, poco a poco, delante de nuestras narices, y no seamos capaces de hacer otra cosa que no sea reír. Si ya he sufrido todo lo que tenía que sufrir, si he sufrido mucho más que mucha gente que me dobla o triplica la edad, creo que ya, pase lo que pase, el sufrimiento es algo que no me da miedo, y que mi vida se caiga, tampoco es un hecho que pueda venir a quitarme el sueño. Sería mucho más difícil tipificar un modo de vida a gusto de cada uno, pero eso no haría que la vida, para bien o para mal, fuera tan original como se presenta.

A veces pasa que la falta de carisma hacía ciertas cuestiones nos ciegan y no nos dejan ver toda la verdad que allí queda representada. Nos venden que la amistad puede llegar a convertirse en el sentimiento más puro y bueno del mundo, “quién tiene un amigo tiene un tesoro”, y resulta que las imitaciones han llegado hasta los sentimientos. Que todo lo que parecía real dura poco, se estropea, no tiene calidad, sólo tiene un bonito envoltorio, lo que ven los demás, eso que hace que, a simple vista, sea verdadero. Es cierto que si caemos en la cuenta, cuando alguien lleva algo falso puede ser por varias opciones, quizás por negarse a pagar un dinero extra para financiar las campañas publicitarias de dicho producto o por ahorrarse una, en algunas ocasiones, buena cantidad de dinero, pensando que el uso va a ser el mismo, al igual que su duración…pero falsificar los sentimientos podría ser más rentable, un poco de maquillaje, buena cara, simpatía sacada de lo más profundo de nuestro ser para conseguir, en la mayoría de los casos, jugar con quien se tenga jugar, mentir a quien se tenga que mentir, regalar los oídos a quien nos convenga hacerlo, para así demostrarnos lo diplomáticos que podemos llegar a ser, diplomáticos por excelencia en el mundo de las apariencias, diplomáticos por inercia en el mundo de la hipocresía.

Con el paso de los años todo lo falso termina por estropearse, no cuidarse o despintarse…mientras que lo verdadero, con cierta calidad, demuestra que merece la pena tener menos y mejor, que mucho que no vale nada.

1 comentario:

M Iglesias dijo...

En esta vida solo podemos aspoirar a lograr ser honestos con nosotros mismos pudiendo mantenernos fieles a nuestros principios y leales a nuestros verdaderos amigos.